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Esta historia también se publica en inglés.
Si Alberto Roblest sabe que hay un viaje en el Metro en su futuro, va bien preparado. Típicamente, eso significa meter una pequeña libreta en su bolsillo, aunque a veces trae una tableta electrónica. Cuando su tren se pone en marcha, comienza a escribir.
Los viajes en el Metro son un terreno fértil para Roblest, un poeta originalmente de la Ciudad de México, quien ha vivido en D.C. durante 16 años. Los viajeros se convierten en personajes para sus poemas, que pintan un vívido retrato de la vida moderna de la clase trabajadora. “No soy un poeta esotérico”, Roblest le cuenta a City Paper. “Me preocupa la realidad”.
Fue en el Metro donde Roblest escribió varios de los poemas que aparecen en su próxima colección, Inquilinos mudos, que la editorial local Day Eight publicará el 15 de mayo. Conteniendo 19 poemas, Inquilinos mudos es una meditación lúcida sobre el lenguaje, la memoria, la cultura, y las vidas interiores de la comunidad latinx de Washington.
Esa comunidad incluye a las personas que viven con Roblest en un edificio de departamentos de renta controlada en Columbia Heights. “Me gusta intercambiar ideas con mis vecinos, y así nació la idea de este libro”, dice. “Es un libro basado, sobre todo, en la historia de ellos, en la historia mía, y en la historia de los latinos que viven acá”.
Una de esas personas es Clara, la señora de la limpieza que aparece en “Baile de sombra”, un poema que transcurre bajo las brillantes luces de un teatro local. Clara, que según Roblest se basa en alguien que conoce, “limpia el sudor de los actores” y “sacude lo que ha quedado de los personajes”. Cuando tiene su propio momento en “el proscenio / del teatro de la vida”, se siente abrumada por la nostalgia, provocada por una melodía que “le evocó a su abuela”.
El elenco de personajes de Inquilinos mudos, como Clara, frecuentemente están trabajando o pensando en el trabajo. En “Dos momentos—dos ciudades”, el narrador está en camino a su segundo turno, y “como siempre y por alguna maldición o algo”, llega tarde, mientras que el narrador de “Emigrados” está atrapado en un círculo vicioso: “el ir y venir del trabajo.” En “El hilo de los días”, “días son bajar/ subir el elevador”, y en “Promesas incumplidas”, “trabajando pasan los años”.
“Es impresionante la cantidad de trabajos que tienen mis vecinos para mantener a sus familias”, dice Roblest, citando la gentrificación rápida y el aumento de los alquileres como inmensas presiones. “Por eso el libro, en cierta forma, está dedicado a ellos. Está dedicado a todos los trabajadores, a todas estas personas que dedican su vida, pues, a sobrevivir”.
Inquilinos mudos también se interesa en otra forma de trabajo: el trabajo de escribir poesía. En ocasiones, los poemas de Roblest ofrecen un vistazo detrás de la cortina, levantando un espejo al proceso de escritura en sí. En “Bilingüe: frases esparcidas—letras”, Roblest escribe que “la llegada del tren y mucha gente cortan/ la imagen del poeta … se le escapa la palabra que busca”.
Los poemas se comparan con “viejas películas caseras” (“Super 8 Poema”), definidas como “todo el amor del mundo en una fiesta” (“Dedicatoria”, que está dedicada “a todos los poetas malditos del mundo”). “A todo color” interroga: “Si hay vino rojo/ pinturas rojas/ cuartos de hotel rojos/ ¿porque no poesía roja?”, mientras que en “El punto y el relato”, un “gran punto” cae del cielo, marcando “el punto principio de la geometría” como “una aparición en el plano.”
Roblest se enamoró de la poesía a los 13 años, cuando descubrió en la escuela a José de Espronceda y otros románticos españoles. Comenzó a escribir cuando era adolescente, pero no dejaba que nadie viera su trabajo. “Mantuve la poesía escondida por muchos años”, dice. “Me daba pena que supieran que era un poeta”.
Ahora, ser poeta es el centro de su identidad. Roblest también escribe cuentos, gana como camarógrafo y actualmente está trabajando en una novela, pero ve la poesía como el núcleo de toda su producción creativa. Incluso sus videos “terminan siendo poemas”, dice. “Todo lo que yo hago, todo lo demás es realmente a través de eso. Todo lo miro con el ojo del poeta”.
Es una mirada amplia. En la colección, Roblest se desvía de lo pequeño y mundano, como dormir al lado de un compañero en “Amor recíproco” (“te tengo = me tienes/ y así dormimos”), a grandes fuerzas como la gentrificación y el colonialismo. “Aztlán entonces” transporta a su lector a una época “antes de las deportaciones masivas” y los “supremacistas blancos” a Aztlán, el hogar ancestral del pueblo azteca: “la madre tierra en plenitud”.
Inquilinos mudos se escribió originalmente en español, pero se publicará con traducciones al inglés por Maritza Rivera, también poeta. Eso fue importante para Roblest: “Un poeta necesita traducir a otro poeta, porque si no, no funciona”, dice.
El presentar de los poemas uno al lado del otro evoca el propio bilingüismo de Roblest, un tema al que vuelve una y otra vez a lo largo de Inquilinos mudos. La Torre de Babel—un mito de origen bíblico que explica por qué las personas hablan diferentes idiomas en todo el mundo—se cierne sobre la colección: Aparece en “Evolución idiomática”, el primer poema de la colección, y luego nuevamente en “Bilingüe: frases esparcidas—letras”, donde Roblest escribe, “Soy un inquilino mudo en un edificio de palabras/ un rascacielos/ una Babel.”
“A veces, hay palabras que son mejores en un idioma que en otro”, dice Roblest. “Me gusta esa capacidad de moverse en los idiomas, de brincar de uno a otro”. Su comentario recuerda una línea de Bilingüe: frases esparcidas—letras: “El poeta en tanto sigue ascendiendo en su mundo/ de significados/ por una escalera de palabras con la intención/ de salir a la superficie/ en alguno de sus dos idiomas”.
El propio ascenso de Roblest a su mundo de significados ha resultado fructífero: Inquilinos mudos habla en un lenguaje luminoso; uno que pertenece a su comunidad latinx a menudo silenciada.
La editorial local Day Eight publicará Inquilinos mudos por Alberto Roblest el 15 de mayo.
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